La intoxicación por plomo es un problema de salud pública que, aunque prevenible, sigue siendo una amenaza en muchos países de América Latina, debido a la falta de regulaciones estrictas y al desconocimiento de sus efectos a largo plazo. El plomo es un metal tóxico que puede causar daños graves, especialmente en los niños, quienes son más vulnerables a sus efectos.
El plomo puede estar presente en varias fuentes, especialmente en zonas donde no se han establecido o implementado adecuadamente normativas ambientales y de salud. Una de las principales fuentes históricas de exposición es la pintura con plomo, que aún puede encontrarse en viviendas antiguas, escuelas y edificios públicos. Cuando estas superficies pintadas se desgastan o se deterioran, el polvo de plomo se libera y puede ser inhalado o ingerido, especialmente por niños pequeños que tienden a llevarse objetos a la boca.
Otra fuente importante es el uso de gasolina con plomo, que, aunque ha sido eliminada en muchos países, aún persiste en algunos lugares. Además, la contaminación del suelo, especialmente en áreas cercanas a fábricas, minas y talleres de reciclaje de baterías, también contribuye a la exposición al plomo. El agua potable, en algunos casos, puede contaminarse cuando las tuberías viejas contienen plomo.
Un problema muy grave en la región es el uso de utensilios y productos artesanales, como la cerámica vidriada con plomo o el barro negro. Estas piezas, al entrar en contacto con alimentos y bebidas, pueden liberar plomo, afectando a las personas que los consumen.
El plomo es extremadamente dañino para el cuerpo humano, ya que una vez que entra en el sistema, se acumula en los huesos, el cerebro y otros órganos, causando problemas de salud. Los niños son especialmente vulnerables porque su sistema nervioso en desarrollo es altamente sensible a los efectos neurotóxicos del plomo. Incluso pequeñas cantidades pueden causar daño cerebral, retrasos en el desarrollo, problemas de aprendizaje, déficit de atención y disminución del coeficiente intelectual. En casos severos, la exposición al plomo puede provocar convulsiones, coma e incluso la muerte.
En los adultos, la intoxicación por plomo puede causar hipertensión, problemas renales, trastornos reproductivos y, en el caso de exposiciones prolongadas, enfermedades cardiovasculares. Las mujeres embarazadas también corren un riesgo especial, ya que el plomo almacenado en los huesos puede liberarse durante el embarazo y afectar al feto, causando bajo peso al nacer, parto prematuro o daños en el desarrollo del cerebro del bebé.
El tratamiento para la intoxicación por plomo depende del nivel de exposición. En casos leves, la eliminación de la fuente de plomo puede ser suficiente para reducir los niveles en el cuerpo. Sin embargo, en casos más graves, puede ser necesario realizar quelación, un tratamiento que utiliza medicamentos que se unen al plomo para ayudar a eliminarlo del cuerpo. A pesar de estas intervenciones, los efectos neurológicos y de desarrollo causados por la exposición al plomo, especialmente en niños, pueden ser permanentes.